Los cuadernos son mucho más que elementos analógicos, son fuentes de conocimiento transportable personal y algunas veces experiencia íntima e intransferible, son hermanos menores de los libros. Son portales que conectan nuestro mundo interior con la realidad que nos rodea, un espacio donde nuestras ideas se plasman y toman forma, donde los silencios dejan sus hojas en blanco, las oscuridades y nuestras sombras toman forma de tachones, las palabras no dichas encuentran ese lugar seguro donde refugiarse cuando no pueden posarse en los oídos correctos y dejan de ser un eco que golpea el pecho desde adentro. Los cuadernos son mucho más que un soporte para escribir, son testigos de nuestra creatividad, nuestros pensamientos más profundos, y nuestras emociones más sinceras.
Cada cuaderno goza del indescriptible poder de transformarse en un espejo de la creatividad humana, vibra con el movimiento de su autor, se nutre de sus colores, refleja su propia luz.
No se trata solo de escribir, se trata de dejar una huella mediante nuestra expresión, de convertir ese espacio en algo único, personal, e irrepetible. Cada palabra, cada dibujo, cada trazo, es una extensión de nuestra esencia.
Actúan como un puente hacia ti mismo, un espacio donde todo lo que tenés dentro puede hallar su caudal y donde los ríos calmos o mares profundos se mueven a su propio ritmo, con un movimiento único, porque, al final, lo que se escribe en esas páginas no solo define quiénes somos, sino lo que podemos llegar a ser.
Cuando abrimos un cuaderno, abrimos una puerta, a veces el viaje es interior y otras podemos dirigirnos hacia el futuro, un futuro donde somos los autores de nuestra propia historia o lo que queramos declarar de ella. Cada página en blanco es un lienzo esperando ser llenado con recuerdos, reflexiones, proyectos y sueños. De este modo, los cuadernos se convierten en bibliotecas donde se guardan los relatos de autores anónimos, de personas que, a través de sus palabras, sus bocetos o collages dan forma a su mundo. Aunque estos autores puedan ser desconocidos para el resto del mundo, sus historias y su proceso creativo se vuelven parte de algo más grande. Entonces me pregunto ¿cuántos libros de autores ignotos existirán en mi ciudad? Desde este taller nos sentimos parte de esas bibliotecas secretas, sencillas, desde este rincón de Buenos Aires, nos setimos parte de los latidos de un mismo corazón... corazón de tinta, corazón de papel...
Magnolia.